lunes, 15 de octubre de 2007

Primera parte

Faltaba poco tiempo. Lo sabían porque el sol comenzaba a meterse. Era extraño, la temperatura debía bajar ahora. Sin embargo, la ropa se pegaba aún a la piel; el cuerpo, enrojecido e hinchado por el calor, emanaba sudores que llenaban de ámpulas los pocos espacios que todavía no tocaba el sol. Más que caer la tarde, todos sentían que eran ellos los que caían, vencidos por el cansancio, la sed, el calor, la tristeza, la incertidumbre. Atrás quedaron los recuerdos; esa barda, que ahora sólo parecía una delgada línea en el paisaje, los apartaba de su pasado: ya nunca volverían a ser los mismos.

Al iniciar el camino todos hablaban y contaban sus historias, pero las ganas de decir palabra se fueron agotando después de unas horas. Ahora sólo el silencio y un vientecillo seco podían escucharse. Pero en el interior cada uno proseguía con sus cansados pensamientos, cada uno susurraba e imaginaba el futuro…

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